Por ATA - Sylvia Rivera
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23 de junio de 2025
Yura cruzó a los 25 años la frontera rusa hacia Kazajistán desde Moscú. Mientras su exnovio huía de la movilización forzosa para la guerra en Ucrania, Yura escapaba de una persecución aún más personal: su propio país, que le niega la atención médica y el tratamiento hormonal necesarios como hombre trans. La guerra en Ucrania ha servido de pretexto para endurecer la represión contra el colectivo LGTBI+. "Solo por llevar un arcoíris o por hacer una publicación en redes sociales la policía te puede detener", relata Yura. Su historia no es la única. Cada vez más personas trans y LGTBI+ rusas se ven obligadas a dejarlo todo para sobrevivir. La legislación aprobada en 2024 por la Duma prohíbe la atención médica de afirmación de género, los cambios de sexo legales, las adopciones e incluso el matrimonio para las personas trans. De Norilsk a Madrid: escapar del frío y el odio Yulia, una persona no binaria de 19 años y etnia tártara, es originaria de Norilsk, una ciudad minera en el círculo polar ártico. Norilsk es conocida popularmente como "la ciudad más contaminada de Rusia" con temperaturas de hasta -50 °C, y sin acceso por carretera. "Era como estar en una cárcel dentro de otra cárcel", resume Yulia. "Siempre me sentí como dentro de una caja. No tenía muchos amigos. La mayor parte de mi vida estuve sola", confiesa. La propaganda estatal rusa hizo imposible la relación con su familia. "Intentaba convencer a mis padres de que lo que hacía Rusia estaba mal, pero era imposible", cuenta Yulia. La brecha generacional, la desinformación y la lgtbifobiaa fracturaron la relación con sus padres, aunque sus hermanos apoyaron su decisión de marcharse. Desde hace dos semanas, Yulia convive en un hotel para refugiados gestionado por la Cruz Roja en Madrid, donde tuvo la suerte de conocer a Yura. Comparte espacio con personas de diversas partes del mundo, incluyendo Rusia, pero ha decidido no ocultar más su identidad. Aunque su futuro está lleno de incertidumbre, tiene claro que quiere ir a la universidad. "Fue muy difícil decir adiós a mis hermanos, porque no sé cuándo volveré a verles", lamenta. "No sé cuándo será seguro volver a Rusia, tal vez nunca", denuncia. Pasaportes que niegan la identidad Para las personas trans rusas, uno de los mayores obstáculos es que sus pasaportes están emitidos con un género que no coincide con su identidad. Y el proceso para cambiarlo es imposible, las embajadas ni les atienden ni son seguras. Las discrepancias tienen serias consecuencias en el proceso de asilo y en su vida. Pueden provocar el rechazo de sus solicitudes de asilo por presunta falsedad documental, les pueden exponer a violencia si son alojados en centros equivocados y supone la negación del tratamiento médico. La persecución en Rusia se extiende también a las redes sociales. El Gobierno de Vladímir Putin ha prohibido y persigue las redes de apoyo en línea o a las páginas que ofrecen información sobre la comunidad LGTBI+. Aunque la mayoría de las personas refugiadas usan plataformas como Telegram o Reddit, son conscientes de que incluso estos grupos están bajo constante vigilancia. Esta supervisión no solo amenaza a quienes buscan apoyo, sino también a sus familiares que aún residen en Rusia. Obstáculos en la solicitud de asilo en Europa España recibió más de 250 solicitudes de asilo de personas LGTBI+ rusas en lo que va de 2024, según ACNUR. Muchas de ellas son jóvenes trans. Sin embargo, el sistema de protección no siempre garantiza su seguridad. A la condición de refugiados se suman la transfobia, la xenofobia y, en ocasiones, la hostilidad asociada a la guerra en Ucrania. Los obstáculos comienzan desde el primer trámite. Los pasaportes con el género incorrecto invalidan documentos, retrasan gestiones y exponen a las personas a situaciones humillantes. Además, sus historias deben ser demostradas ante las autoridades sin testigos ni documentación, lo que dificulta aún más el proceso de asilo. Una vez en España, tampoco termina el miedo. Muchos son alojados en centros mixtos donde vuelven a sufrir discriminación o incluso agresiones por parte de otros refugiados. Es el caso de Yura, a quien recientemente trataron por su nombre de nacimiento en la cafetería del hotel donde reside. Un gesto que puede parecer pequeño, pero que, en ese contexto, compromete su identidad y su objetivo: el de existir. *León Vázquez es alumno del máster de Reporterismo Internacional de la UAH con el Instituto de RTVE. Este artículo ha sido supervisado por la redactora jefa de internacional, Paloma de Salas. https://www.rtve.es