Galería virtual: PoeTrans

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Espacio de pensamientos, poesías y relatos trans

Siempre

Siempre solía escribir cosas tristes, 
siempre atado al recuerdo de que te fuiste, 
pero un día sonreí y decidí luchar por mí.

Nunca fui valiente, 
me daba miedo la gente,
no sabía explicar mi identidad, 
mi DNI no decía la verdad.

Ahora sé quien soy, pero tú ya no estás, 
ojalá un día nos crucemos y te lo pueda explicar. 

Me sigo llamando igual,
pero esta vez de verdad,
ahora uso mis fotos y no las de aquel chaval, 
y aún mantengo la esperanza de poderte encontrar.

Autor: Mario Rodríguez
Viene a por mí. Gritos en silencios. Me haces daño y me hago daño. Quiero pararlo, lo pienso, le dejo. Podrías quererme bien, pero te gusta meterte en mi cabeza, con golpes y con gestos. Necesito que te vayas de mí. Haces que "me quiera a mí mismo" como tú quieres, eres capaz de controlar mi mente, y eso, duele. Y por más que grite, nunca oyes nada. Preguntas sobre la felicidad, y aún no sé lo que significa eso.

Me quieres, te quiero, me dañas,me duele, me aguanto, te sonrío, me engaño y vuelves.
Un nudo en la garganta, me ahogas, abro los ojos, respiro, me ganas.

Te imagino, te recuerdo, vuelves, me vuelves a ganar y vuelta a empezar.
Si me quedo, miento. Si me voy, libertad. 

Autor: Dylan Montes
Hace algo más de dos años que pasó ese momento en el que mi pasado y muchos de mis sentimientos tomaron sentido, creo que fué el momento más "mágico" que he vivido en mi vida... En ese momento pasé de no encontrar sentido a mi existencia a querer mostrar al mundo y a mí mismo quien de algún modo siempre supe que soy. No por la gente del exterior si no porque lo necesitaba para poder vivir, para iniciar mi vida después de tantos años que no podría llamarlos vida porque los pase escondido en mi casa, así que de algún modo siento que llegué al mundo con 21 años y de primeras no es fácil pero sé que esto es lo mejor que me ha pasado en la vida, saber qué es posible mostrarme como me percibo, saber que ahora sí tengo energía por alcanzar mis metas tal cual siempre las soñé y sobretodo saber que no estoy solo porque ningunx de nosotrxs lo está y eso es lo más bonito de este camino, tenernos y acompañarnos.

Autor: Aarón Sánchez
Cuando la inercia de la rutina se detiene

Rutina. Cuántas veces te he escuchado maldecirla. Cuántos lunes cabizbajos en el autobús fingiendo no ver a nadie. Compartiendo con gestos anónimos el silencio de los veinte minutos. Cruzando en rojo, para variar, atrapado en una inercia finita cuyos límites acaban de hacerse visibles. Ahora noto que te sobra el tiempo por el que tantos pasos de cebra no has ido a buscar, por el que más de un café se ha enfriado a medias. Ahora te sobran excusas para hacer con ese tiempo todas las cosas que quisiste de palabra. Ya no corres porque la inercia no te respira en la nuca. Ya no hay motivos para un presente vacío que te sirva de pretexto para postergar. El día parece abarrotado de horas en las que, por un momento te aterra pensar, que sin esa rutina que te escuché maldecir aún no has aprendido a estar vivo.

Autor: Mario Gómez
Un niño que jugaba a reflejar su rostro en el agua de una fuente pensativo y preocupado, pues solo quería ser aceptado. 

Un alma inocente que sentía haber sido engañado, cada noche asomado a su ventana lloraba desconsolado, y pedía explicación de algo que no podía explicarse. 

Durante veintiún años había sido ese hombre que ahora se mira al espejo desnudo y seguro de si mismo, ese hombre que agradece a aquel niño haber sido un guerrero y haber luchado por ver una sonrisa en sus labios pasado unos años. 

Tranquilo pequeño que yo te daré la mano.

Autor: Carlos Ávila
A veces no me puedo creer que no quiera teneros, solo sois trozos de piel , pero... En ese sitio y con esa forma que tenéis. Sois yo, es yo, mi yo. A veces me dais vergüenza, lo reconozco aunque juro que me duele en el corazón. Pero a veces también os amo, os beso y os agradezco ser parte de mi. No quiero despedirme de vosotras sin hacer las paces... Hoy, una vez más, he abierto mi libreta y... Os he pedido perdón, me he pedido perdón por maltrataros tanto. No tenéis la culpa de nada. Pero tampoco os quiero ni en mi vida ni en mi cuerpo, pero no me malinterpreteis, no es nada personal, os amo, pero no os quiero, lo siento. Mis tetas se sentían solas aún teniéndose la una a la otra, mis tetas lloraban, a mis tetas le faltaban algo. No Andy, no les falta ná... Les sobra. Le sobran los comentarios raros de la gente rara... Pero ellas no andan por ahí molestando a lxs demás... Ni que fuesen mis tetas sin vacuna, ladrando, botando y mordiendo a la gente. Reconozco que a mi a veces si me molestan, pero a pesar de tó, yo les tengo cariño. Pero eso son mis cosas personales y de nadie mas. Si a ti te incomodan... Que sepas que están sin correa y con el cartel en la boca de "prohibido el paso". Soy "eso". Eso que has tratado como a un bicho. La marimacho del autobús y la machorra del colegio. Soy la poco femenina de la familia. Soy " eso". Eso que te hace gracia. Soy tu chiste fácil. Lo que miras de reojo. Soy "eso". Pero "esa cosa" a la que has etiquetado como te ha dado la gana... Ahora vive salvaje y recibiendo con el coño abierto los comentarios de una sociedad que tiene cabeza pero que le falta corazón y educación.

Autor: Andy Mayora

Disidentes

Pasé media vida creyendo que estaba preso, con los grilletes bien atados en mi propio pecho. Que cárcel más paradójica ¿no? Encerrado en mi, en mis huesos, haciendo mi carne de rejas. Lo escuché tantas veces que acabé creyendome sus mentiras, admitiendo como ellos decían que mi cuerpo estaba equivocado. Pero no, que va. La naturaleza no se equivoca, y ¿qué hay más natural que ser humano? no me equivocaba yo, ni mi cuerpo, no había error en mi, el error lo tenían ellos. Un día rompí las rejas, a golpes, clavando las uñas en el hierro y a puño limpio. Sangré por el camino, porque todos sangramos por el camino. A todos nos hace sangrar una sociedad intransigente y retrógrada, la que, igual que fue mi celda, fue un centro penitenciario para todos nosotros. Pero cuando sales, encuentras a tus iguales rompiendo sus cadenas, y ves que no estás solo, que no eres un bicho raro, que a ti no te pasa nada malo. Y juntos os curais con saliva las heridas que os ha dejado el encierro, y ya no sois prisioneros, ni enfermos, ni todo lo que se empeñaron los carceleros en haceros creer. Ahora sois - somos - todos prófugos, disidentes, guerreros. Ahora, juntos, sois el germen de la revolución.

Autor: Adrián Luna
Veintiséis

Hoy vuelve a ser 26 y echo la vista atrás para contar.

Han pasado 4 años y 5 meses de mis primeras veces, me empezó a cambiar la voz, empecé a ser yo.

Todo el mundo me juzgaba, nadie entendía nada.

Me tocó explicar mi identidad, como si fuese yo quien inventó esta realidad.

No usaba los términos adecuados, nadie nunca me los había enseñado.

Me llamo Mario, decía, mientras alguna gente se reía, y se le escapaba algún 'tía'.

Tenía miedo, pero sabía que algún día todo eso pasaría.

Hoy me siento orgulloso de mí, de cada cicatriz, y de toda persona que me ayudó a seguir.

No te rindas, lucha por ti.

Autor: Mario Rodríguez
Montañas de un grano de ansiedad

La inquietud aprieta una vez más desde dentro. La conozco, paradójica energía inextinguible que al tocarte te agota. Exhausto laberinto de treguas dispares, que anuncian paisajes familiares que aún no he sabido descifrar. Recorrido circular. Puedo aprender a describirte en seis dialectos y no comprenderte en ninguno. Ni siquiera cuando te siento te entiendo. Acelerón en curva sin frenos, sin quitamiedos. Olvido que existes circunstancialmente; deslumbrándome el sol en la piel como si ningún invierno. Como de ser estático el tiempo y pertenecer abstractos a este momento.

Autor: Mario Gómez
No te echo de menos pero estoy muy orgulloso de ti, en la pantalla de tu videojuego ponia; "tú ganas" y eso había significado tantas cosas, que solo me quedaba sonreír. 

Te he acompañado toda la vida: te he visto llorar, te he visto reír con una mueca poco decidida... Pero también te he visto al filo, te he observado y he creído en ti. Has hecho bien pequeño, has luchado contra los monstruos de tu armario y contra los fantasmas que siempre decías que había bajo tu cama, te he visto abrazar la muerte más veces de las que me hubiese gustado que no lo hicieras. Y por fin te vi levantarte, te lamiste las heridas y con una sonrisa decidiste seguir caminando. 

Ahora no te echo de menos pequeñajo, pero me hace feliz reencontrarme contigo en la calle de los recuerdos, siempre te sonrío y tú me devuelves esa sonrisa que te mereces de por vida, esto es un hasta luego, volveremos a vernos querido yo.

Autor: Carlos Ávila
No soy 

No soy la definición de hombre que se espera, tampoco es la que busco. Siempre me he considerado contra la corriente, incluso cuando el viento quiere soplar a mi favor. He sentido con orgullo las cicatrices del alma que se han apoderado incluso de mi cuerpo, de mi historia y de estas palabras. Hoy como ayer, ayer como mañana, atrapado en las palabras que siempre declaran la verdad tal como me escupe el espejo a través de mi mirada.

He quedado atravesado, como si estuviera congelado, en miles de recuerdos que yacen en el borde de mis pestañas y caen, no siempre, sobre la almohada. Los mismos que recojo como si fueran pequeño diamantes, trozos de cielo o el elixir de la juventud. Esos que conservo cerca del corazón, pues a veces es mi pequeña dosis de magia que logra que siga aquí. Porque los días a veces son negros, otras grises y pocos son los que poseen luz. ¡Y qué bonita es esa luz! Son como las luciérnagas, que aunque a veces parecen que se van a extinguir tras el verano, regresan.

Tras mi rostro, tras esta frontera de palabras cosidas a mi piel, hay un hombre que aún intenta comprender al niño que fue ayer, al hombre que es hoy y al que será mañana. Me destruyo, construyo y vuelvo a destruirme. No soy lo que tú quieres que sea, sino lo que yo aspiro ser y es ser libre, ser yo... No ser tú, ni las normas sociales y tampoco las imposiciones de un supuesto Dios.

No soy la definición de hombre que se espera y no lo voy a ser, por fácil que parezca ese camino, por sencillo que se convierta el mundo. Prefiero seguir luchando, peleando por ser, que desdibujar mi figura y admitir la prisión equivocada que tú me ofreces como salida.

Autor: Ángel González
Como a un niño

A menudo se me caen de los bolsillos entresijos de palabras que describen a otros nombres. Quiero saber dónde se esconden los verbos que conjugan con el mío. Narrar mi transparencia y mi vulnerabilidad. He confundido tantas veces la necesidad y las ganas, y ahora la inercia de mis ansias se ha interrumpido. Sempiterno antojo de ser el destino de otros pasos que no busco y se cruzan conmigo. Quiero ser del abrazo que me encuentra, con la ternura atenta del que sujeta a un niño.

Autor: Mario Gómez
El bosque de cerezos

Basado en la leyenda japonesa Kuchisake Onna

El mercader sentía que sus viejos y cansados huesos protestaban cada vez con mayor frecuencia, suplicando un descanso que no llegaba. A aquella hora de la noche, los caminos del Japón feudal estaban prácticamente inhabitados, y pocos sonidos se atrevían a alterar la
imperturbable tranquilidad de la noche. Todavía quedaba un trecho hasta Osaka, donde finalmente concedería el ansiado reposo a su magullado cuerpo y a la resignada mula que caminaba a su lado, portando los enseres que vendería en el mercado al día siguiente.

El anciano no era ningún necio, y conocía los peligros de viajar. Si había decidido caminar mientras el sol estaba escondido, lo hacía porque era consciente de que los bandidos de la zona no estaban tan dedicados a su profesión como para acechar los caminos a aquellas horas de la noche. Su actividad se centraba durante las últimas pinceladas de la tarde, cuando los humildes agricultores o pastores se apresuraban en volver a sus hogares tras la
dura jornada de trabajo.

La suave brisa de la noche trajo a sus fosas nasales el agradable olor del cerezo en flor. Se sintió vigorizado, decidiendo apretar un poco más el paso. Con cariñosas palmadas en el cuello, animó al cansado animal que lo seguía. Para su sorpresa, la mula rebuznó lastimosamente, mientras sus orejas se movían nerviosamente. Sus inocentes ojos estaban desorbitados por el pánico.

Siguiendo la dirección de su mirada, el mercader advirtió con perplejidad que en el solitario camino había aparecido una figura humana. Para su alivio, comprobó que no se trataba de ningún bandido, sino que era una joven mujer vestida con un sencillo kimono blanco. Ella los observaba fijamente desde la distancia, sin aparentemente tener intención de moverse.
El mercader se le aproximó, no sin cierta dificultad ya que su mula rebuznaba y pugnaba por volver sobre sus pasos.

-Disculpad a Kuromaru, señorita. Normalmente es un animal muy noble y tranquilo. No pretendía asustarle, estoy seguro. La mujer asintió en silencio. Pasó una de sus delicadas y pálidas manos por el lomo del animal, que pareció estremecerse violentamente.
-Mi destino es Osaka. Si usted viaja en la misma dirección, podemos ir juntos.

Ella hizo un gesto de afirmación. El anciano pudo adivinar una pequeña sonrisa debajo del
largo pañuelo blanco que protegía su nariz y boca del frío de la noche. Ambos volvieron a ponerse en camino sin más dilación. El olor del cerezo podía distinguirse con todavía más nitidez en el viento.

Aunque el viejo se sentía realmente cansado, por firme caballerosidad comenzó a conversar con la joven. Ella escuchaba en silencio sobre el pueblo del mercader, de su mujer, de las fresas que ella cultivaba y él se encargaba de vender. Las mejores de la región, aseguraba con inocente convencimiento. Era un verdadero placer escuchar aquellas palabras sinceras y sencillas, y su acompañante parecía disfrutar ligeramente. Un fulgor apareció y desapareció en sus ojos, como si de un rayo se tratase.

-¿Creéis que soy hermosa?-preguntó de forma repentina la mujer. Su voz era suave y dulce. El anciano calló y esbozó una triste sonrisa.
-...Mi mujer y yo tuvimos una hija, Matsuko. Murió enferma cuando tenía dos años...Si siguiera viva, se parecería mucho a ti- y guardó silencio.

Su compañera de viaje no dijo nada más. Y él, por alguna razón, dejó de sentirse tan elocuente. Continuaron el trayecto sin volver a decir palabra.
Cuando los primeros rayos de sol comenzaron a asomar entre las hojas de los árboles que
los rodeaban, el hombre se detuvo y señaló unas casas que comenzaban a divisarse en la lejanía. -Osaka.

Comprobó con sobresalto que la hermosa mujer vestida de blanco ya no estaba. Retrocedió
unos pasos pero a pesar de su exhaustiva búsqueda no fue capaz de encontrarla. Parecía haberse desvanecido con el viento.

Horas más tarde, contaba aquella peculiar historia a un viejo conocido mercador en una de las muchas tabernas de Osaka. Un samurái maduro escuchaba con atención sentado en una mesa cercana. Una vez que el anciano hubo terminado de explicar lo que había sucedido, se acercó a los dos mercaderes y se sentó con ellos.

-En cuanto salgáis de aquí id al templo más cercano, anciano, y rezad, para agradecer a los dioses por su sagrada protección. Esa joven que habéis visto no es una mujer, es un demonio. Escuchad ahora con atención: hace años vivía en esta ciudad una geisha cuya belleza era reconocida por todo Japón. Miles de hombres desesperaban por solo una tierna mirada suya, y el doble de ellos por una de sus caricias. Uno de estos infelices se volvió loco de celos. No podía soportar el pensamiento de que otro que no fuera él la tocase. Un fatal día fue a por la mujer y con su katana arruinó aquel bello rostro que tantos habían amado.

Ella fue expulsada por las demás geishas a causa de su deformidad, y no se supo más de ella... Hasta que hace poco comenzó a aparecerse a los viajeros solitarios, preguntando a estos infelices si les parece hermosa. Si respondes que sí... Ella se quita el pañuelo que cubre
su rostro, mostrando su espantosa herida, y vuelve a hacer la misma pregunta-el rostro del samurái se volvió pálido y se cubrió de sudor.-Entonces todos responden que no...Y ella les raja el cuello y les bebe la sangre.

Un terrible silencio inundó la taberna. Sin hablar más, el samurái dio un largo trago a su vaso
de sake. El anciano mercador se contempló las manos, que temblaban violentamente.
El recuerdo de su hija le había salvado de un destino peor que la muerte.

Autor: Neymos
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